Así como al jinete, si quiere permanecer sobre el caballo, a menudo no le queda otro remedio que conducirlo a donde este quiere ir, también el yo suele trasponer en acción la voluntad del ello como si fuera la suya propia.
Sigmund Freud
A la presente tesis podríamos realizarle las siguientes interrogantes: ¿Esta frase es una explicación o situación realizada, pensada o “escrita” por el Ello, el Superyó o por el Yo?, ¿quién dio la “orden” para que esta frase surgiera, se hiciera presente? En primer lugar nunca sabríamos quién de ellos actúa, al cien por ciento, a cada minuto en nuestras vidas. No tenemos tecnología medidora, ni jamás haríamos algo así, para saber si quien habla o realiza su performance o acto de habla es el Ello, el Superyó o el Yo; ni al escribir este texto estoy seguro de saber quién de ellos actúa, sólo sé que cuantificar su acción determinante en nuestras acciones es una búsqueda demencial e ingenua, nadie podría decir, por ejemplo, que un poema de Hölderlin, algún discurso político de Hitler, o el método de Descartes tiene tanta cantidad de Ello, tanto de Superyó o tanto de Yo, cualquier intento es un mero ejercicio didáctico. Ahora bien, para no caer yo en un ejercicio didáctico, opino, así como ya muchos autores lo han defendido, que no hay distancia inteligible y despejable objetivamente entre el Ello, el Superyó y el Yo, sino que los tres están completamente entrelazados, tejidos y “actúan” como un consumado proceso, y lo más desconcertante es que se conocen y desconocen tanto que cada quien tiene su voluntad, su libre albedrío. No obstante, el que mantiene la gravedad, el relativo equilibrio de estas fuerzas psíquicas, el que recibe los impactos sean fuertes o débiles ha sido el Yo.
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