Dudo, luego pienso. Pienso, luego existo.
René Descartes
Pienso donde no soy, luego soy donde no pienso.
Jacques Lacan
El DRAE da una interesante definición sobre lo que es la duda filosófica, dice así: “Suspensión voluntaria y transitoria del juicio para dar espacio y tiempo al espíritu a fin de que coordine todas sus ideas y todos sus conocimientos.” Tal suspensión la podemos entender como un detenimiento, en sí más como la irrupción intelectual que hacemos ante el” común de determinado estado de cosas”. Este “determinado estado de cosas” reúne un conjunto de voluntades y transiciones elementales que siempre la han fijado, por ejemplo las normas sociales, religión, ciencia, arte, filosofía, etc. que es lo que conseguimos a cualquier lado que vamos, no obstante, cuando hacemos la referida “suspensión” como acto desde nuestra propia voluntad todo ese “estado de cosas” jamás vuelve a ser lo mismo para nosotros, pues ya comenzó a ir en contra de nuestro ideal, de nosotros mismos. Descartes, o su espíritu, en ese momento aplica la duda porque comprendió la irresolución de la coordinación de ese estado aparentemente solucionado, es decir, hecho ya solución. Para el que duda nada está solucionado, el todo no es solución, sino que descubre surcos o quiebres que se ignoraron en la planificación o que hizo la misma experiencia. Este acto de descubrimiento involucra inmediatamente, como base, el pensamiento, es decir, no es que duda y luego piensa y listo, sino que todo está en un mismo proceso, la duda se hace más fuerte cuando se alimenta del pensamiento. Ahora bien, cuando este pensamiento está totalmente consolidado en la declaración de la duda de ese “estado de cosas” puede decir entonces con total claridad y afirmación que él existe, y tiene un método que prueba su existencia, pero en sí no es que existe y ya, sino que, si se mantiene en el pensamiento guiado por la duda como una constante pasa, inevitablemente, a una dimensión que es el no ser, a un “no es”, a la nada misma; y cuando deja de no ser, que es lo más complicado aún, pasa a continuación, como es de esperarse, al no pensar, al “no pienso” es decir, basándonos en el “estado común de las cosas”, llegaría al ser. Lo melancólico de todo esto es que seguimos anhelando ese estado no común de las cosas, la nada, es decir, lograr con la potencia más elevada que el intelecto pueda alcanzar ese conocimiento que diga absolutamente nada. Pensar es estar en la nada, ser es dejar de estar en ella. Lacan dice: “Si usted ha comprendido, seguramente está equivocado.”
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